La verdad es que me encanta el teatro. El problema es que la economía no me permite disfrutarlo demasiado a menudo. Pero el sábado pasado me dije: "Lidia, querida, seguro que a la gente le encanta verte en el karaoke cantando La Fiesta de Blas -de Fórmula V- pero tienes que dejar de sacrificarte por los demás y darte un gusto". Y así lo hice. Pero no fui a un teatro cualquiera.
Un amiguito de la capi me habló de Ruta 6,8. ¿Sabéis lo que es el teatro de toda la vida? Pues olvidaos de ese concepto. En este caso, el espectador se convierte en actor, es partícipe de las historias. Si esperáis ver un patio de butacas y un escenario, estáis equivocados. Os cuento cómo fue la historia.
![]() |
Las columnas de la estancia |
desarrollar los acontecimientos. No era un teatro. Era un local con lámparas antiguas, paredes viejas, un montón de columnas y luz tenue. Al principio de la sala había unas 40 sillas blancas y negras colocadas en grupos de 7. Nosotros éramos cuatro personas y nos dividieron: dos a las sillas blancas y otros dos a las sillas negras. Así que nos sentamos a esperar y de repente se apagaron las luces.
Entonces, dos chicos empezaron a explicarnos en qué consistía la experiencia: íbamos a vivir 8 historias distintas, 8 obras de teatro de un cuarto de hora de duración cada una. Cada grupo -de ahí lo de los grupitos de sillas blancas y negras- iría pasando por cada una de las obras y serían partícipes de ellas, un personaje más de la historia. La verdad es que pintaba bien, a pesar de la vergüenza inexplicable que me dan este tipo de cosas, teniendo en cuenta como soy. Nos dieron un mapita con la ubicación de cada una de las escenas y empezó la aventura.
![]() |
Los actores en Ruta 6,8 |
¡La madre del cordero! ¡Pero qué sería me he puesto en este post! Eso es que me he querido poner en plan crítica literaria de la vida -con un borsalino y americana de pana con coderas-. Pero se acabó. Chavalada, la obra está fenomenal, cuesta 11 euros y estás dos horas que se te pasan volando. Eso sí, si sois tan vergonzosos como yo, tomarse un par de cañas antes para ir en modo distendido.
Y hoy es un día completamente válido para despedirme con una canción que llevo cantando desde que me he levantado. ¡Feliz Día del Teatro! ¡Y feliz día, en especial, a estos muchachos de Ruta 6,8!